jueves, 4 de septiembre de 2014

Locke; una larga noche


La noche siempre ha sido una buena aliada para los conductores. Suele haber menos tráfico, mayor tranquilidad y si vas solo y no sufres de miopía, hasta puede convertirse en una experiencia muy placentera. Todo lo contrario de lo que le sucede al protagonista de Locke, segunda película del director británico Steven Knight (Redención), interpretada por un solo actor, como ocurría en otros experimentos fílmicos anteriores como Buried del español Rodrigo Cortés o Cuando todo está perdido de J. C Chandor. Aquí el encargado de sostener todo el peso del libreto de Knight, recordado también por ser el autor de Promesas del Este, es el británico Tom Hardy, si me lo permiten uno de los actores más interesantes y atractivos del panorama actual, capaz de dar lo mejor tanto en blockbusters como El caballero oscuro, la leyenda renace como en trabajos de autor, dramas de época o lo que se ponga por delante. En esta ocasión, se ha ganado mi admiración por el recital interpretativo que se come él solito, aunque haya otros intérpretes como Olivia Colman (fantástica en Tyrannosaur) o el chico de Lo imposible, Tom Holland, que conversan por teléfono durante el trayecto con el protagonista

Contada en tiempo real, en 85 minutos, Locke ofrece al espectador un viaje en coche de lo más movidito, pero no porque incluya acción, carreras y adrenalina, sino por todas las emociones que allí se van a desatar. La trama comienza cuando Ivan Locke, constructor casado y con dos hijos, se dispone a regresar a casa a ver un partido de su equipo favorito. Pero en el último momento recibe una llamada y toma una decisión que le hará conducir hasta Londres, poniendo en juego su vida personal y laboral. La decisión elegida es el tema central de esta obra pues es la que marca el devenir de los acontecimientos y que en un ejercicio de originalidad, el guion pone sobre la mesa en el primer momento. Los minutos restantes están dedicados a como el constructor intenta sostener por todos los medios sus cimientos los laborales y los más importantes, los de su propia vida. Sorprende la frialdad con la que el personaje gestiona algunas llamadas, como si intentara resolver igual un problema con el hormigón de su edificio que el desmoronamiento de su familia. Pero esa contención del personaje se viene abajo en las escenas más dramáticas, aquellas en donde Ivan habla por el retrovisor con su padre, y en las cuales Hardy se desata un poco más.

Con una dirección minimalista, una de sus mayores virtudes, además de la humana interpretación de Hardy, es su buen manejo de la tensión. Tanta llamada hace que el espectador entre en un estado de nervios favorecido por el ambiente claustrofóbico donde sucede la acción. Aún así habría que matizar que tiene más de drama que de thriller. Los planos de retrovisor y de carretera, nos dan algo de respiro y nos ayudan a empatizar con la angustia de un hombre atormentado por fantasmas del pasado, y que en este viaje sin marcha atrás, busca enterrarlos y ser coherente consigo mismo. 

Lo mejor: Es una película arriesgada y diferente. Hardy hace un papelón y más teniendo en cuenta que solo le vemos de medio cuerpo.

Lo peor: Algunas llamadas pueden llegar a aburrir más que otras, pero están bien metidas en la trama.



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