viernes, 6 de febrero de 2015

Birdman; la doma del superhéroe


En la carrera por el próximo Oscar a mejor película Boyhood y Birdman parten como favoritas, y cuentan con gran ventaja sobre el resto de las nominadas. Prueba de ello es el alto número de galardones que ambas han cosechado en los diferentes premios convocados por los profesionales de la crítica y los diversos gremios de EE.UU. El duelo entre ambas también se ha trasladado entre muchos aficionados al cine, tanto que pareciera que hay dos bandos enfrentados. En este blog os recomendamos encarecidamente las dos,y para aportar buenas razones, hemos querido volver a invitar al escritor extremeño Fernando de las Heras, quien está de actualidad por publicar su segundo libro de poesía "Hablar en sueños"

Empezamos por Birdman.


La doma del superhéroe  
Por Fernando de las Heras

Hay felicidades que lo apuestan todo a la realidad. Riggan Thomson (Michael Keaton), en cambio, sobrevuela la proyección imaginada de sí mismo como el superhéroe que fue, Birdman, el papel que como actor lo catapultó en el pasado a un estrellato esclavista que ahora solo es una voz en lucha por imponerse en su cabeza. La doblez de un tipo que, sin embargo, no se da por perdido. Y es en este combate del ego donde radican las tensiones vitales de la última película de González Iñárritu, sustentada por la presencia de Michael Keaton, soberbio, que se supera según avanza la cinta.

Pero para que Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia), vaya a la cabeza en la carrera en los inminentes Oscar, se deben dar cita muchos e importantes elementos. Como así sucede en esta vibrante película en la que, con mayor suerte, el director mejicano roza un cine intenso que, sin embargo, sabe dejar a un lado la autocomplacencia y esa forzada postura de algunas de sus películas anteriores. 

En torno al drama de nuestro protagonista, Riggan Thomson, y su lucha por sacar adelante la obra de Raymon Carver en el corazón de Broadway, Iñárritu introduce otros campos de batalla. Los patosos intentos de un padre por reflotar la relación con su hija, Sam, la magnética Emma Stone, que junto a un magnífico casting (de nuevo, acierto del director) puntean el traje descosido del propio Riggan, unos irritantes pero divertidos Edward Norton o Naomi Watts (actores en la obra frenética) que sirven para avanzar en el difícil camino que toma Iñárritu, aquella conocida reflexión entorno al mundo del teatro, la llamada carpintería teatral, obsesiones como la fiebre del actor por obtener el reconocimiento que merece o sus miserias inconfesadas. Recordemos aquí la maravillosa Balas sobre Broadway, de un Woody Allen conocido por sus reflexiones metaficcionales, o la imperecedera Eva al desnudo (Joseph. L Mankiewicz, 1950), ambas ambientadas también en la escena de Broadway
Emma Stone, en una papel pequeño pero muy intenso
Y es en estos fragmentos cosidos en un falseado pero apasionante plano secuencia donde hallamos  la comedia negra que caricaturiza esa visión de la interpretación, la crítica y sus motores internos. El humor como regla para medir la parodiada escenificación de ese mundo. 

Una película sin descanso que busca el equilibro, el de Iñárritu, por no caer en exceso en esa impostura que apreciamos en ciertos momentos en Babel o las esencias forzadas de Biutiful, pero que, en esta ocasión, por la propia condición del teatro, por las leyes naturales del territorio de Dioniso, quedan, sin bien algo exageradas u obvias, útiles para retratar lo que tendrá de estrambótico aquello que se mueve detrás del telón. 

Y quién dijo que era fácil poner en escena ese backstage oculto en el que Riggan habla con su pasado, discute con sus compañeros de reparto o pelea contra un ego con alas y poderes, ¡nada más y nada menos!, que no querrá irse. En suma, los desafíos de estar vivo y coleando.

Bajo un interminable solo de batería, la felicidad y armonía de Riggan Thomson fluctúan peligrosamente. Y hay emoción, intensidad, risa en el golpeo aunque nuestro Birdman haya apostado todo a los sueños y ahí, amigos, la vida comience a ser otra cosa.

Lo mejor: Michael Keaton y su química en pantalla con Edward Norton.
Lo peor: El abuso algo obvio de algunas ideas que se reflejan en la película.












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