martes, 12 de enero de 2016

Crítica de Joy de David O. Russell




Volvemos a la carga y retomamos el blog que ya iba siendo hora (hasta algún mensaje nos ha llegado para que volviésemos a incorporar nuevos contenidos, y no, no eran familiares, lo prometo). Lo hacemos con la película que le ha valido a la nueva novia de América, Jennifer Lawrence, su tercer Globo de Oro. Hablamos de Joy, el último trabajo del para muchos sobrevalorado David O. Russell. 

Invitado por Sensacine al preestreno, Julio César Agudo nos cuenta sus impresiones.

Joy
por Julio César Agudo

Joy supone la tercera película en poco más de tres años de David O. Russell protagonizada por el que ya podemos denominar su particular trío calavera: Jennifer Lawrence, Bradley Cooper y Robert de Niro. Tras dar su toque a una comedia romántica El lado bueno de las cosas, y a una historia de estafadores y estafados, La gran estafa americana, Russell vira hacia el docudrama en este biopic libre de la estrella de la teletienda estadounidense de los 90, Joy Mangano.

Que el realizador neoyorquino es un buen contador de historias no lo dudamos; que quizás se lo tiene un poco creído, tampoco. Desde que se consagrase como un habitual de las quinielas tras El luchador, con Christian Bale como apuesta segura, Russell se lo ha jugado todo a una carta, Jennifer Lawrence. Con ella como vehículo de lucimiento pretende seguir siendo uno de los favoritos del stablishment hollywoodiense. Y esta vez va a ser que no. No, porque por mucha pantalla que se coma la Lawrence, resulta un tanto inverosímil que a su edad y prescindiendo de un maquillaje que la envejezca, interprete a una madre de treinta y tantos con varios hijos a cuesta. No, porque esta vez la química con Bradley Cooper es mucho menor, y el papel de este se revela como poco más que un cameo vacuo e insípido. Y no, porque este Robert De Niro resulta aún menos digestivo que el comedias familiares sin pretensiones ni complejos (Los padres de ella, Todos están bien). Tiene mérito, sin duda, como Lawrence ha ido acaparando todo el protagonismo en esta particular trilogía, hasta presentarse aquí como una Erin Brockovich de las fregonas, como una madre coraje (su abuela dixit), domesticadora de machistas y machitos. Una heroína con tintes a lo Cenicienta que por supuesto, sale victoriosa, aunque no sin cortarse antes la melena.



Aunque a lo largo de la trama O. Russell juegue con distintos géneros (comedia, melodrama...) e incorpore escenas de los más costumbristas (retrato de la familia disfuncional) al final, termina tirando de una constante en su filmografía: la loa a los valores americanos de ascenso y caída, de redención y superación, de lo duro y reconfortante que es alcanzar el éxito, al fin y al cabo. Sin embargo, esta vez por el camino pierde la frescura de El lado bueno de las cosas o los excelentes personajes de La gran estafa americana, presentando una película plana, correcta, pero con tufillo a telefilme de sobremesa.

Lo mejor: El rostro de Jennifer Lawrence, gracias a él se aporta algo de expresividad a la película. Los papeles femeninos, con cuatro generaciones de actrices llevando el peso narrativo del film. Ver, aunque sea por unos instantes, al Robert de Niro de hace 25 años.

Lo peor: Ver al Robert de Niro de hoy día. Bradley Copper, con un papel insulso. El doblaje en castellano a los personajes de otras nacionalidades y lenguas (un clásico).

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