martes, 10 de mayo de 2016

Crítica de Capitán América: Civil War



¿Quién vigila a los Vengadores?
Por José Antonio García Sagardoy

Una mujer afroamericana sostiene entre sus manos la fotografía de su hijo. La muestra a cámara, impotente, porque no puede hacer otra cosa. Su hijo ya no está. Ha fallecido “por culpa” de las personas que debían protegerle. Esta imagen que describimos podría darse en cualquier informativo televisivo estadounidense, pero es una escena perteneciente a Capitán América: Civil War (Captain America: Civil War, Anthony Russo y Joe Russo), la tercera entrega cinematográfica del conocido como Primer Vengador. En esta ocasión, la madre afligida es Miriam (Alfre Woodard), y el sujeto protector fallido no es otro que el mismísimo Iron Man (Robert Downey Jr.). Los hermanos Russo parecen haber aprovechado el gran escaparate que resulta el nuevo blockbuster de la Marvel para dar un pequeño tirón de orejas al gobierno de los Estados Unidos, –supuesto– paradigma de libertad e igualdad. La complicada situación actual que está atravesando el país de las oportunidades hace que sea necesaria la aparición de movimientos activistas como el sonado #BlackLivesMatter, que realiza campañas contra la violencia racial y condena la –cada vez más común– muerte de gente negra en homicidios cometidos por agentes que –en principio– son encargados de hacer cumplir la ley. Miriam pide explicaciones y responsabilidades a Tony Stark (verdadera identidad de Iron Man), mientras que las madres de los fallecidos a causa de la brutalidad policial en América las piden al presidente.

Pero esta madre no será la única en pedir explicaciones a los superhéroes. Después de toda la destrucción causada en anteriores ocasiones –recuerden que en Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012) Nueva York queda hecha añicos y en Capitán América: El soldado de invierno (Captain America: The Winter Soldier, Anthony y Joe Russo, 2014) Washington D.C. queda para el arrastre–, gran parte de la población mundial se pregunta si los Vengadores son héroes o son, por el contrario, delincuentes. En cada intervención contra el mal hay numerosas bajas civiles y las ciudades quedan hechas añicos. La gente comienza a desconfiar; los gobiernos se sienten amenazados, y se empieza a sentir un descontento generalizado que recuerda a lo surgido en Watchmen (Zack Snyder, 2009). Los daños colaterales llevan a la Organización de las Naciones Unidas a redactar un tratado conocido como los Acuerdos de Sokovia, un intento de regular las acciones de los individuos mejorados. Firmado por 117 estados, ahora nuestro grupo de superhombres –y supermujeres– deberá decidir si se unen voluntariamente al pacto propuesto o se niegan a responder ante la ONU.


Se nos plantea así una fractura dentro del conjunto que supone su separación en dos bandos: el primero, capitaneado por Iron Man, estará de acuerdo con someterse al tratado; el segundo, liderado por Capitán América (Chris Evans) defenderá la autonomía de los Vengadores. Si firman, renuncian a poder decidir. “¿Y si nos envían a donde creemos que no debemos ir; y si no nos dejan ir allí dónde necesitamos actuar? No seremos perfectos pero las manos más seguras son las nuestras.

El miedo a no poder tomar decisiones propias y a depender de los intereses –cambiantes– de organizaciones gubernamentales es algo que inquieta –cada vez más– a la sociedad actual, y en este filme queda retratado en las figuras del Capitán América y su compañero, el Soldado de Invierno (Sebastian Stan). Mientras que el primero encarna el perpetuo orgullo que caracteriza a los Estados Unidos –ese “las manos más seguras son las nuestras” recuerda irónicamente a lo sucedido hace años en Irak–, el segundo refleja el temor al excesivo control que los regímenes realizan de sus ingenuos ciudadanos. En esta Guerra Civil, el Soldado de Invierno vuelve a verse anulado por un sujeto con poder que le incapacita y controla mentalmente. A nosotros nos conocen mejor mediante cookies, redes sociales, términos y condiciones de uso. ¿Marionetas? La identificación del ciudadano con títeres en manos de los poderosos no es nueva, pero sigue estando de actualidad.

En ciertos momentos del metraje encontramos escenas que vinculan directamente con las terribles imágenes que recorrieron todo el mundo tras los atentados a las Torres Gemelas el 11S; imágenes a pie de calle que se han instaurado desde ese día en la mente colectiva. Nos encontramos, como podemos ver, ante una de las películas del universo cinematográfico de Marvel que permite una reflexión sociopolítica más profunda, evolución lógica a lo que ya pudo percibirse en El soldado de invierno, que ya mostraba claras influencias del thriller político.

"El miedo a no poder tomar decisiones propias y a depender de los intereses –cambiantes– de organizaciones gubernamentales es algo que inquieta –cada vez más– a la sociedad actual, y en este filme queda retratado en las figuras del Capitán América y su compañero, el Soldado de Invierno"

Este tono más adulto, que también impregna la psicología de los personajes, no estará reñido con el ya conocido humor de las cintas Marvel. Es cierto que vemos la lucha interna que experimentan Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) o Iron Man al ver las desafortunadas consecuencias de sus actos, pero éste último sigue siendo uno de los pilares cómicos de la franquicia. En este sentido, la incorporación  de un Spiderman adolescente encarnado por Tom Holland –nominado al Goya por Lo Imposible (Juan Antonio Bayona, 2012)– resulta más eficaz de lo que cabría esperar tras el (es)tupido velo corrido entorno al reinicio en 2012 de la saga del hombre-araña con Andrew Garfield como protagonista. Así, esta nueva incorporación nos ofrece un necesario respiro ante lo solemne del conjunto, y consigue uno de los momentos más hilarantes de la película –nos referimos, cómo no, a aquel en el que conversa con Tony Stark sobre su joven tía May (Marisa Tomei)–, y otros en los que su personalidad rematadamente nerd servirá para introducir homenajes a clásicos como El imperio contraataca (Star Wars. Episode V: The Empire Strikes Back, Irvin Kershner, 1980). Es de agradecer, además, que nos hayan ahorrado el drama de ver fallecer –por enésima vez– al pobre tío Ben. Ese santo varón no merece más muertes.



El único que sale perdiendo en la batalla contra Spiderman es la otra nueva incorporación al mundo marveliano, Black Panther (Chadwick Boseman), hombre-pantera que –a pesar de estar en libertad– parece preso en un traje que no tiene nada que envidiar a los de la mejor Catwoman (y que cada uno elija a su favorita, que ya es hora de reivindicar esa joya camp protagonizada por Halle Berry). Los antecedentes del personaje, aunque bien construidos, quedan eclipsados por el resto de subtramas y por el carismático adolescente-araña.

Las escenas de acción –y destrucción– no son pocas, y encandilarán tanto a seguidores como a acompañantes ajenos al universo que nos ofrece Marvel. Y los diálogos, bien hilados y con el ya familiar tono irónico, nos acompañan durante las casi dos horas y media de metraje –que en ningún caso pesan al espectador–. También se agradece que, si se nos va a ofrecer un enfrentamiento épico entre un grupo de superhéroes, los implicados se sienten a hablar antes de comenzar a soltar mamporros a diestro y siniestro. Se supone que son los seres más poderosos –y a la vez potencialmente destructores– del universo conocido. Hablar no está de más. Es algo que la competencia directa (DC Comics) también debería haber tenido en cuenta para su última propuesta: Batman v. Superman: El amanecer de la justicia (Batman v. Superman: Dawn of Justice, Zack Snyder, 2016). Capitán América: Civil War nos muestra, además de un atractivo envoltorio, lo frágiles y complejas que pueden llegar a ser las relaciones humanas –o entre seres mejorados–, así como las consecuencias de las decisiones que tomamos y los actos que cometemos.

Cuesta imaginar un futuro cercano en el que una película del Universo Cinemático de Marvel no tenga éxito. El poder de convocatoria de cada nueva propuesta es abrumador. Pocos filmes de acción pueden presumir de un plantel protagonista formado por Chris Evans, Robert Downey Jr, Scarlett Johansson (Viuda Negra), Elizabeth Olsen o Paul Rudd (Ant-Man) –entre otros– tan solvente, en el que hasta los papeles secundarios están realizados excelentes intérpretes como Martin Freeman, Daniel Brühl o Marisa Tomei. Esta Guerra Civil se ha permitido, incluso, no contar con figuras como Hulk o Thor entre sus filas y, a pesar de eso, ya se lee en los medios que funciona, más bien, como triunfante tercera parte de Los Vengadores –o unos Vengadores 2.5– que sentará las bases para lo que será Los Vengadores: Infinity War, díptico cuya primera parte verá la luz –en principio– en 2018 y estará dirigido también por los hermanos Russo, que pretenden seguir con el rumbo adulto tomado en este Capitán América.

Lo mejor: Es mucho más que un producto para fans.
Lo peor: Cuando pasan las dos horas y media y te quedas con ganas de más.




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