Pensaba comenzar esta reseña de X-Men: Días del futuro pasado (Bryan Singer, 2014) con una profunda crítica hacia las incoherencias y discontinuidades que rompen las costuras de la saga X-Men, con una dura diatriba sobre la montaña rusa de líneas temporales y realidades alternativas que marean al espectador, con, en definitiva, una advertencia sobre la cantidad de lisérgicos y otras sustancias que han debido compartir guionistas, director y demás equipo técnico y artístico responsable de este blockbuster. Sin embargo, durante mi introspección he caído en la cuenta de que ellos no son los responsables. Que no se puede valorar el film como una obra per se, puesto que no es más que otra entrega de la “línea de productos”, de una obra original de otro medio, el cómic.
