martes, 16 de febrero de 2016

La otra chica danesa: Alicia Vikander




La otra chica danesa
Por María José Agudo

Hay en La chica danesa, el último trabajo del director británico Tom Hooper, una escena que a todo buen voyeur le llamará la atención. El fragmento en que Einar, asumida ya su identidad sexual, acude a un peepshow y paga por ver a una joven desnuda. Con mucha delicadeza, Eddie Redmayne logra transmitir en esos instantes la angustia vital de su personaje. Admirando la belleza rotunda de ese cuerpo (voluptuoso y sensual), Lili se acaricia como si quisiera capturar la esencia de lo femenino, pero su rostro denota insatisfacción, tristeza. Lili no podrá sentirse una mujer hasta que no transforme su físico. Hasta llegar a ese momento, al protagonista le espera un periplo de sufrimiento e incomprensión bastante contenido, si tenemos en cuenta que el de la vida real se sometió a cinco (y no dos) operaciones de cambio de sexo. Pero si hay alguien que permanece a su lado en todo momento es la otra chica danesa que ocupa este texto: su esposa Gerda Wegener (Alicia Vikander). 

El guion de Lucinda Coxon (demasiado correcto y superficial a la hora de narrar el proceso interior que está viviendo Einar) nos presenta este rol femenino de un modo algo ambivalente, aunque ambas facetas tampoco tengan que ser a priori contradictorias. Por un lado, la vemos como una mujer adelantada para su época (principios siglo XX) que disfruta con su gran pasión: la pintura. En la vida real, Gerda Wegener fue una artista que acaparó fama y éxito hasta el final de sus días, mucho más tristes. No solo fue una famosa retratista que llegó a exponer en París, sino que también ilustró para libros y revistas de moda como Vogue, Por el otro lado, en el plano personal, Gerda está tan enamorada del que fuera su esposo que está dispuesta a sacrificar su propia felicidad por ayudarle. Incluso cuando Lili busca volar en libertad. Una mujer de gran generosidad, cuya entrega incondicional puede chirriar a más de una persona en los tiempos que corren, pero que la actriz sueca interioriza de un modo maravilloso, desprendiendo verosimilitud y frescura por los cuatro costados. En contra de lo que algunos puedan pensar, es la intérprete femenina la que más partido saca a su personaje y no Redmayne. A ratos, encuentro al oscarizado actor demasiado obsesionado en transmitir la femineidad por medio de una serie de estudiados gestos y andares (esa sonrisa que no deja de poner todo el rato).

Es esta chica danesa la que acapara mi atención en un biopic correcto pero muy convencional. Una interpretación que tampoco ha pasado desapercibida a ojos de la crítica (Mejor actriz de reparto en los Critics Choice Awards) o la industria (ahí están las nominaciones en los Globos de Oro, Oscar y el SAG, concedido por el sindicato de actores, a mejor actriz secundaria). La magnética robot de Ex-Machina (Alex Garland, 2015) seguirá dando mucho que hablar.


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